I
Amar, respetar y proteger la Naturaleza, porque ésta es Dios.
(Es Dios en la medida en que hay seres autoconscientes que son parte de
ella y a través de sí mismos producen la autoconsciencia, siquiera ínfima, de
la naturaleza. El desarrollo histórico de esa autoconsciencia no sólo no debería alejarnos
de tal idea, sino, al contrario, contribuir a realizarla. Hay Dios donde hay
consciencia y sentimiento de pertenencia al Ser y unidad con el resto de los
entes; no podría ser ninguna otra cosa.)
II
Respetar a toda la humanidad
como a Dios mismo, y a Dios en ésta, y a todos los dioses ‒si se quiere‒ en Él,
porque todos son expresiones ‒totales o parciales‒ de la Naturaleza.
III
No convertir a ningún Dios en un
fetiche al que adorar, en algo más allá o al margen de la propia Naturaleza, ni
ponerlo jamás como excusa para contravenir ninguno de estos preceptos.
IV
Honrar a la madre y al padre y a
los que te han precedido, familia o no, y han contribuido con su esfuerzo a
darte un mundo en que vivir.
V
Ver a Dios en todos los demás y
actuar en consecuencia, sin importar el sexo, el pueblo o la raza.
VI
Defender al débil de la
injusticia, donde quiera que se le encuentre, y servir a la comunidad.
VII
Ayudar a todo el que lo necesite
con el esfuerzo y la hacienda propios.
(Los
límites de esta ayuda son difíciles de precisar en abstracto, pero incluyen, en
el menor de los casos, la obligación diaria de la limosna.)
VIII
Practicar buenas acciones ‒a
saber: las que contribuyen al bienestar y felicidad de la mayoría‒, así como
alejar de uno mismo toda maldad ‒lo opuesto a lo anterior‒, incluso de
pensamiento. No hacer nunca lo correcto por presunción o soberbia.
IX
En la medida de lo posible, hay
que cultivarse y buscar la perfección intelectual y espiritual, que redunda en
la mejor marcha del mundo. Ello va unido, además, a una vida frugal y austera.
X
No matar ni comer nada con
sangre, al menos no más allá de la necesidad razonable, ni causar jamás sufrimiento
a ningún ser vivo.
(Esa
necesidad razonable depende del grado de desarrollo de cada época, pero debería
tender a la extinción, algún día, del consumo de animales para la reproducción
de la vida humana.)
XI
No mentir, estafar, traicionar
la confianza ni levantar falso testimonio.
XII
No robar, ni ‒lo que es lo mismo‒
apoderarse del trabajo de otro, o de su vida a través de la servidumbre.
(Aquel
de quien dependa debe garantizar que el trabajo no suponga más de un tercio del
día, y que haya al menos un día libre a la semana.)
XIII
No envidar ni codiciar lo que no
es tuyo, ni propiciar que otros te envidien.
XIV
No dejar afrenta sin perdonar al
final de cada día. Si es muy grave, hacer cuanto se pueda para perdonarla
cuanto antes.
(No
importa tanto que el otro se sienta perdonado como que el que perdona quede en
paz consigo mismo.)
XV
Meditar cada jornada sobre lo
que quieres ser y sobre lo que has hecho, y en qué medida te aproxima o no a tu
propósito. Reflexionar sobre nuestras intenciones torcidas y rectificarlas.
(Esa
meditación puede consistir en la introspección, la oración o cualquier forma de
recogimiento que se desee; sirve todo modo de experimentar la religación con el
Todo. Conviene llevar un registro escrito de estos ejercicios. Es muy
recomendable revisarlo periódicamente, e incluso es saludable mostrárselo a
otros.)
© D. D. Puche, 2019
El contenido de esta página
Comenta o comparte en las redes
© D. D. Puche, 2019
El contenido de esta página
está registrado en SafeCreative