LA DONCELLA Y EL UNICORNIO

¿Lidera Greta Thunberg la revolución verde mundial, o es un fenómeno creado por el propio establishment político-económico?

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LA DONCELLA Y EL UNICORNIO

Una reflexión sobre Greta Thunberg


Por D. D. Puche


Greta Thunberg provoca dos posturas contrapuestas: 1) dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y hay que hacerse socio entusiasta de su club de fans, o 2) es un títere del poder y no hay que hacer ningún caso de sus profecías apocalípticas. O sea, la de los ecologistas pánfilos y la de los negacionistas conspiranoicos del cambio climático. Lo cierto es que el fenómeno mediático que se ha creado a su alrededor es patético, y escuchar o leer las discusiones en las redes sociales acerca de lo que dice esta adolescente sueca (o sea, de lo que dice su madre, autora de un bestseller sobre el tema, que usó a su hija para la campaña promocional inicial) da una gran vergüenza ajena. Las adhesiones acríticas a "su" causa o los arrebatos ad hominem contra ella son igual de pueriles y estériles. Como suele pasar con cualquier tema socialmente relevante, hay una tendencia a la polarización que ejemplifica muy bien la muerte de la inteligencia colectiva. 

Plantear el asunto en términos de si lo que dice Thunberg es "verdad" o "mentira" supone caer en la trampa diseñada a tal efecto, esto es, en crear enredos y pseudodebates que siguen disimulando la situación real. Esta muchacha no es más que otra sombra proyectada sobre el fondo de la caverna de Platón, que la gente se entretiene contemplando. Creer, como de la noche a la mañana se han creído millones de personas en todo el mundo, que Thunberg es "la líder del ecologismo mundial", es lo más naíf que se ha visto en años, y un insulto a los que se han dejado el pellejo (literalmente, en muchos casos) en esa lucha desde hace décadas. Pero quien antes de ayer se reía de este problema, de repente se encuentra con la conciencia muy sucia y quiere lavarla por la vía rápida, así que se agarra, entusiasta, a lo primero que le ponen delante. El adanismo de siempre. Por otro lado, la postura negacionista, que insiste en que el cambio climático no está ocurriendo (o que está ocurriendo, pero no tiene nada que ver con la actividad humana), recuerda a los que, a bordo del Titanic, negaban que éste fuera sumergible cuando, de hecho, ya se estaba hundiendo. Cada cual decide con qué mentiras consoladoras se queda, en función de sus sesgos cognitivos. Pero, para quien no sea un hooligan del equipo A o del equipo B, la cuestión es entender el trasfondo de lo que dice Thunberg (¿por qué sabemos de su existencia?) y de cómo y dónde lo dice. 

Por lo general, mi postura es que lo que importa de un discurso es su verdad (su contenido comprobable), con independencia de quién lo sostenga o en qué ocasión. La verdad es la verdad. Pero éste es un caso muy particular. Es difícil distinguir aquí el contenido del discurso del modo en que llega al público; es un ejemplo paradigmático de la célebre frase de McLuhan: "el medio es el mensaje". Conviene no perder esto de vista para entender lo que los titiriteros de esta pobre chica (cuya infancia, en efecto, están arruinando, pero no por lo que ella dice) tratar de comunicar a la opinión pública. 

Creerse que una adolescente sin ningún talento particular puede alcanzar tal relevancia mundial (se decía que podía ganar el Nobel de la Paz, y habrá que ver si no se lo dan el año que viene, aunque ese galardón ya no puede caer en un descrédito mayor), y que la dejan entrar en la sede de la ONU (a la que llegó en un yate fletado por dos multinacionales) a echar una bronca a los líderes mundiales, que la escuchan compungidos y cabizbajos, es tan propio de simples como empecinarse en que todo lo que dice son patrañas patrocinadas por China o por Soros. No, lo que dice es básicamente cierto. Entonces, ¿qué matices es necesario hacer? ¿Por qué en torno a esta joven todo es una farsa?



La gran puerilidad está en creer que Thunberg es la voz del pueblo que le dice a los mandamases del mundo (políticos y empresarios) que están destruyendo la naturaleza. No. Es justo al revés. Ésa es la maniobra de distracción, el juego de trileros mediático. Ella es la voz de los mandamases del mundo, que le dicen a la ciudadanía: "Preparaos para lo que va a venir. Porque nos hemos cargado el medio ambiente, sí. Nosotros, y también vosotros, que nunca habéis hecho ni caso de este tema, que jamás os habéis privado de ningún lujo ni comodidad a vuestro alcance. Pero ya no importa la responsabilidad, porque es demasiado tarde. La cuestión es que os vais a ir acostumbrando a lo que vais a perder, al terrible descenso del nivel de vida que se avecina en las próximas décadas. Y además, lo que constará es que vosotros lo pedisteis así, que aplaudisteis este discurso y exigisteis su puesta en práctica al poder político y económico. Luego no culpéis de los recortes y de la pérdida de comodidades al neoliberalismo ni a las instituciones ni a nadie: fue vuestro deseo". 

Éste es el mensaje que tiene que ir calando en la opinión pública, y la gigantesca campaña mediática orquestada no tiene otro propósito que venderlo bien. Que hasta el último habitante del planeta esté de acuerdo. Una mezcla de hechos evidentes acerca del cambio climático con las oportunas exageraciones, y sobre todo, una mezcla de lo que vamos a perder por la tragedia medioambiental con otro tipo de recortes, en derechos y estándares de vida, que nos van a meter de todas formas, aprovechando la coyuntura (por la sencilla razón de que el capitalismo está exhausto). Pero nosotros lo habremos pedido, y aceptaremos el pack completo. Pura "doctrina del shock", como la puesta en marcha con el terrorismo a partir de 2001 o como la que se ha activado en el último lustro con la violencia de género. Asustemos a la ciudadanía para que esté dispuesta a renunciar a derechos y libertades (o para que sea indiferente a que se los quiten a otros). Basta con coger un motivo real y bombardear con él, extrapolándolo a todo caso y situación, aunque no haya relación alguna; hay que convertirlo en un leitmotiv omnipresente que se fije de forma obsesivo-compulsiva en la población (o el segmento escogido de ella).

Para que el plan funcione han escogido a una adolescente con síndrome de Asperger. Más canallas no podrían ser; ni más listos tampoco. Ya nadie escucha a un Al Gore, un Bill Gates o un Bono; todo el mundo está aburrido de ellos, de esa panda de megamillonarios que nos llama a la responsabilidad mientras consumen inmensas cantidades de recursos y se pasan a saludar por Davos, donde se planifican los siguientes asaltos al Bienestar. Nadie se fía de ellos, están quemados. Por eso los planificadores sociales han recurrido a algo que nunca falla. Un infalible recurso de emergencia. La doncella que trae la gran Revelación. Una Juana de Arco que lidera los ejércitos del activismo mundial contra el Mal (climático). Es un recurso arquetípico, la vestal, la virgen pura e incontaminada. Transmitir esa imagen de virginidad es psicosocialmente crucial; seguramente por eso han escogido a una chica que produce preconscientemente esa impresión (nótese que nunca se escucharía a un chico; no resultaría creíble, sería incluso repelente). Sólo a través de la pureza de la doncella hablan los dioses. Es la sibila que profetiza el futuro. La joven por la que se deja acariciar el unicornio, o sea, la naturaleza inocente. 

Toda la puesta en escena es de un patetismo que resulta lamentable contemplar. Pero, visto a la distancia suficiente, el episodio adquiere sus justas dimensiones: las de una especie que se enfrenta a su propio colapso ecológico y prepara a su población para ello (entretanto, los que han puesto ahí a Thunberg seguirán haciendo jugosos negocios con el "capitalismo verde"). Y que, por supuesto, recurre a la mentira como única forma posible de convencer a las masas de lo que, al fin y al cabo, éstas tendrán que hacer. Porque una mentira puede ser verdad, y una verdad mentira, si sus consecuencias son, al fin y al cabo, las mismas.


© 2019 D. D. Puche, con SafeCreative.




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