ARGUMENTO COSMOLÓGICO A PRIORI

 

Terminamos esta actualización de entradas anteriores relacionadas con estas fechas con la recuperación de este juego teórico. Proponemos a nuestros lectores que refuten este argumento sobre la existencia de Dios. ¿Cuál es su error lógico?

 

METAFÍSICA / TEOLOGÍA

ARGUMENTO COSMOLÓGICO A PRIORI

O 'argumento matemático de la existencia de Dios'

 


Argumento matemático de la existencia de Dios | Caminos del lógos. Filosofía contemporánea.




Por D. D. Puche © 2019 
Publicado en 6/1/21

 
Queremos proponer a nuestros lectores un juego intelectual. Les ofrecemos un argumento que (aparentemente) demuestra la existencia de Dios. Pues bien, por puro juego teórico, como decíamos, les pedimos que nos escriban comentarios para refutarlo; pero eso sí, basados únicamente sus insuficiencias lógicas, y no en factores históricos o sociológicos. Pueden hacerlo a través de los enlaces de esta publicación a las redes sociales que encontrarán al final del texto. ¡Anímense!

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Los principales argumentos para demostrar la existencia de Dios giran en torno a: [i] la existencia del mundo (argumento cosmológico), o su orden y finalidad (argumento teleológico), o la necesidad de un vínculo entre la inmanencia de éste y la trascendencia (argumento moral); y [ii] la propia esencia de Dios, con independencia del mundo (argumento ontológico). Los del primer grupo son argumentos a posteriori, mientras que el segundo es un argumento a priori. Entre los primeros, el teleológico ha sido inutilizado por las ciencias naturales, que explican perfectamente toda legalidad natural sin el recurso a una inteligencia ordenadora; en cuanto al moral, no es más que una aplicación ilícita del principio antrópico. Los mejores argumentos, pues, son el ontológico y el cosmológico, y sin embargo, no sin razón provocan un gran rechazo intelectual hoy en día (y en el pasado), pues es obvio que ambos contienen serios fallos lógicos que la tradición ya ha señalado. Lo que sostenemos aquí es que el argumento correcto es una síntesis de ambos que enmienda sus respectivas insuficiencias argumentativas. Se trata de un argumento que parte de la existencia del mundo, único hecho en el que tenemos derecho a apoyarnos (pues no conocemos a priori la esencia de Dios); pero este argumento no nos habla de la necesidad de un creador, sino de la necesidad de una estructura matemática a priori de la realidad, que sólo en un segundo momento nos permite deducir la existencia de Dios como lo único capaz de “sustentar” (de ser, ciertamente) dicha estructura. Leibniz fue el pensador que estuvo más cerca de este argumento, en su formulación del ontológico, pero no llegó a ver claro el punto crucial. Vamos a examinarlo:

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El universo podría no existir, y no habría contradicción lógica en ello; pero si existe, ha de hacerlo sujeto a medida matemática. La materia/energía y el espacio/tiempo son por definición lo mensurable. Contenido y receptáculo, respectivamente, la materia/energía se mueve en el espacio/tiempo, pero a su vez lo deforma; la primera necesita al segundo para existir, pero éste no es ajeno a la presencia de aquélla; de hecho, no puede haber un espacio/tiempo totalmente vacío, salvo como abstracción. Así pues, se necesitan mutuamente para darse, y no podrían hacerlo sin un orden, una estructura que los articulara, que indicara cómo es su relación. Y ésta no es otra que las matemáticas.

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Por lo tanto, el universo no es independiente de las matemáticas, pero éstas sí son independientes (= ontológicamente anteriores) de él. Son la condición formal, absolutamente a priori, de la existencia de algo. La propia lógica no lo es para todos los casos (p. ej., la mecánica cuántica demuestra que se puede violar el principio de no contradicción), pero sí lo son las matemáticas, previas a aquélla en la constitución de lo real, en contra de lo que pretendió el logicismo.
 
 

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3

El modo de ser de las matemáticas no es material, evidentemente, puesto que lo material las presupone. Las matemáticas son puramente formales, como ya hemos dicho, esto es, ideales. Sólo expresan posibilidades. No determinan nada real en cuanto tal, no construyen la existencia, como bien vio Kant. Únicamente establecen que, si “x” existe, cumplirá necesariamente una serie de relaciones internas o externas; pero no que “x” exista. Y, sin embargo, todo lo existente (materia/energía, espacio/tiempo) se somete a priori a ellas.

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Lo único que podría [a] ser el sustrato de las matemáticas, en ausencia de todo espacio/tiempo (seguimos asumiendo per hypothesi que el universo no tendría por qué existir, pero aun así las matemáticas seguirían conservando toda validez), es decir, si no existiera nada, sería inextenso e intemporal. No contendría multiplicidad alguna, esto es, partes extra partes; habría de ser pura unidad, y esto quiere decir pura interioridad. Tal interioridad es lo que, a falta de una palabra mejor, la tradición filosófica ha llamado “espíritu”.

5

De la misma forma, lo único que podría [b] explicar el paso de lo matemático a lo existente (esto es: por qué lo material se somete a priori a lo matemático) no es a su vez algo existente, o sea, que pueda estar determinado en términos de materia/energía o espacio/tiempo. El tránsito de lo ideal a lo material (= de las matemáticas a la física) no puede ser explicado por nada material, pues lo sujeto a un principio no puede ser el principio de éste; así pues, esa explicación tiene que ser algo asimismo ideal. Ese ser ideal no puede él mismo estar sujeto a medida (determinación), así que es infinito (absolutamente indeterminable). Sólo lo infinito podría tender el puente entre la pura virtualidad y la existencia.

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Sólo en la interioridad antes descrita (o sea, en el pensamiento) puede haber una multiplicidad que es a la vez, no obstante, inextensa e insucesiva (= pura unidad). Pero ese pensamiento, para ello, ha de ser infinito y eterno, es decir, ha de estar fuera del espacio/tiempo (infinitud y eternidad son conceptos por lo general malinterpretados, pues se los espacializa y temporaliza, cuando son lo totalmente independiente del espacio y del tiempo, respectivamente). Sólo de semejante pensamiento ideal e infinito (y por tanto único) se puede decir que es, en rigor, el ser. Y así, ser = consciencia (nótese que no se dice “autoconsciencia”, lo cual queda fuera de esta demostración). Esa consciencia no puede ser otra cosa que lo comúnmente entendido como Dios.




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